Construyendo

29 04 2010

Se liaron a destruir como locos. Derribaron casas antiguas, edificios estropeados por el tiempo… Su mejor opción fue barrer y empezar de cero, sin reciclar. Ahora las ciudades forman un mosaico de diferentes tipos de arquitectura, formas y colores. Décadas de grúas y obras. De casas nuevas y chalets adosados. No se aprovecharon ni los cimientos, ni las vigas, ni siquiera el diseño. Vemos en España ciudades llenas de rascacielos marrones, con toldos verdes para el verano, rejillas en las ventanas; en los pueblos casas bajas cada una a su antojo. Olvidando de dónde vienen, como queriendo olvidar.

Años de obras en las calles, de mejora en las carreteras, plazas y parques. De menos verde y más cemento. Glorietas vistosas, árboles jóvenes y poca sombra que no sea la de los balcones. Destrucción e implantación. Así es como hemos venido saliendo de un turbulento siglo XX. ¿No se dan cuenta de que el reciclaje – además de más estético –  sale a largo plazo mucho más barato?

Me gusta que París sea una metrópoli de edificios antiguos reformados. Con sus tejados de zinc y pizarra, con sus transformaciones a lo largo de los años según las necesidades del ciudadano. Estudios de menos de 15 m2 para las personas que viven solas, que son casi la mitad. Eso permite que el parisino haga más vida afuera, en la calle.  Caminos adoquinados, parques y árboles como principio esencial. Pequeños cafés ensombrecidos tras sus fachadas de colores cálidos. Brasseries y fruterías… Mucho turismo, poco queda del romántico París bohemio de hace un siglo salvo lo que cada cual quiera acordarse o intentar revivir. Al menos nos queda la esencia en cada esquina.

The Illusionist de Sylvain Chomet

Ayer visité una exposición en el centro 104, de la rue Aubervilliers en el XIXmme sobre la edificación en España en los últimos años. Cómo se ha ignorado directamente la idea del reciclaje de edificios aunque sean emblemáticos -véase algunos grandes teatros del centro de Madrid-, por la construcción y la obra nueva.  En esa exposición aparecían algunos edificios históricos que han desaparecido e ideas que unas nuevas promotoras están poniendo en marcha para ésto precisamente, no perder raíces, sino aprovecharlas.





Scène Ouverte

20 04 2010

¡Aún quedan poetas! Claro que sí, diréis algunos. Anoche volví a visitar el barecito de Belleville donde cada lunes ‘abren el micrófono’ -ou scène ouverte – a petición del público para expresar sobre un tema dispuesto ya previamente. A esta ciudad le sobran ganas de emprender nuevas ideas y de realizarlas. El ambiente es cercano y acogedor. Como en cada pequeño recoveco público de la ciudad. Coloridas y estrambóticas piezas de puzzle de los primeros pisos de los edificios parisinos.

El sombrerero da paso al siguiente artista que quiere compartir la creación especial preparada para la ocasión.

Una guitarra, una persona desconocida que sube al pequeño escenario a ofrecer algo diferente. Sin verguenza porque el público es una pequeña familia y casi todos se conocen. Las pinturas de las paredes, la bandera cubana en el rincón, los espejos que cuelgan de la columna roja y el muñeco verde en el extremo.  Quien va una vez al Culture Rapide repite… con la amenaza de que pueda convertirse en una adicción.





Último tango ‘a solas’ en París

18 04 2010

Navegamos por aguas turbulentas a pleno sol helado. No existe un por qué, ni un rumbo fijo al que atarse. Tan solo las olas mecen esta embarcación que tiene pocas palabras que lanzar a la tempestad. A estribor, la ciudad perfecta, encarnada en una isla a la que el tiempo ha transformado. La musa no puede sentarse a la mesa por razones lógicas de este tiempo en el que transcurren los sentimientos a medias y el valor materializado en cada objeto. A babor la incomprensión del tiempo perdido dentro de uno mismo que hacen a las cosas canalizarse por cientos de caminos. Y se pierden… Y acá quedamos viéndolas marcharse, sin saber si echar a correr o quedarse encerrada entre estas cuatro paredes blancas. Mientras la ciudad vibra ante un nuevo día, la madeja se enreda por el gato que la hace correr y una queda al margen viendo a los acontecimientos pasar.

Aturdida ante tanta ola de emociones, y de historias que se podrían haber vivido para después contar. O de la cantidad de tiempo del que disponemos para poder plasmar los momentos. De la poca eficacia y eficiencia del tiempo. Ay, y todos los artistas y sobretodo escritores nos devanamos los sesos y no paramos de hablar del dichoso tiempo siempre. En el continuo devenir de los excesos emocionales me hallo. Mirando a cada lado y ya recordando París…